viernes, 12 de julio de 2013

Núm. 17. EL PERRO ASESINO

Fecha de publicación: 28 - IV - 1979.

       "Bebamos juntas en prueba de nuestra buena amistad." -Sandra a Li Chin momentos antes de echar un somnífero en su vaso.



      Todo ha sido una falsa alarma y el Guerrero del Antifaz no sólo no está muerto sino que se recupera rápidamente de su desvanecimiento para trepar por la resbaladiza pared de la sima en busca de una cuerda con la que sacar a sus amigas.
      Arriba, los hombres de Mustafá quieren obligar a uno de los piratas a que les guíe por la cueva, pero el prisionero les advierte de que corren el peligro de caer en alguna de las traicioneras grietas y morir; también    les avisa de la existencia del vampiro, explicándoles que se trata de un prisionero que se volvió rabioso y tuvo que ser recluido en las zonas bajas de la caverna.
      Nuestro héroe escala la pared y se tropieza con los corsarios, que le proporcionan una escala de cuerda con la que facilitar el ascenso de las mujeres,
      Sandra informa a los suyos de la muerte de Mustafá, y, tras ordenarles que bajen a darle sepultura, asume el mando de la expedición, dispuesta a acabar con la resistencia de los berberiscos.
      Una vez rendida la guarnición pirata, los corsarios hacen su entrada sin más opoisición en la pequeña ciudad que se alza en la isla. Sandra, que, de momento, piensa quedarse allí, informa a los habitantes de que ella gobernará de ahora en adelante. Como prueba de sometimiento los isleños acuden al palacete donde se ha instalado su nueva ama para obsequiarla con ricos presentes. Entre los asistentes se haya un ciego guiado por un perro enorme, que se dispone a entregar la bolsa de monedas que posee; pero Sandra, deseosa de congraciarse con sus nuevos súbditos, rechaza el regalo del invidente y, en cambio, anima a éste a que pida lo que necesite. El ciego sólo quiere como recuerdo alguna prenda personal que pertenezca a Sandra y Li Chin y al Guerrero del Antifaz; obteniendo los pañuelos de las dos mujeres y una bolsa con monedas de oro del cristiano. Este último le ve partir un tanto receloso, pues no cree que la buena voluntad de Sandra sirva para ganarse a la población.
      Terminada la audiencia la otomana pide al enmascarado que se quede junto a ella como su capitán, pero él le recuerda que su mujer y su hijo están esperándole en España.
      Más tarde, Sandra y Li Chin se retiran a los aposentos de la primera, quien planea narcotizar a la segunda para así poder estar a solas con el Guerrero sin que la oriental pueda impedirlo. Pero Li Chin sospecha de ella y tiene la misma idea, de manera que las dos quedan sumidas en un profundo sopor después de ingerir sendos vasos de leche drogados.
      Los sueños de ambas mujeres resultan ser muy parecidos ya que en sus ensoñaciones eróticas el enmascarado elige a una de ellas en detrimento de la otra.
      En otro lugar de la isla, el ciego da a oler a su perro Rif el pañuelo de Sandra, ordenándole que mate a la dueña del mismo. Comprendiendo las órdenes de su amo, el can se introduce en el palacete y, burlando a todo aquel con quien se tropieza, llega a las puertas del aposento donde duermen las amigas del Guerrero. Atontada por la droga que le ha suministrado su rival, Sandra oye los ruidos que el can produce al tratar de abrir la puerta y. creyendo que se trata del objeto de su deseo, se arrastra como puede hasta ella y la abre. Alertado por los ruidos causados por el perro nuestro héroe decide investigar y llega justo a tiempo de evitar que el salvaje animal destroce a la adormilada Sandra, que cree que es el enmascarado el que se lanza sobre ella. El cristiano se enfrenta al can y consigue arrojarlo a través de una ventana a los jardines del exterior. El perro decide regresar junto a su amo, que se dispone a darle a oler ahora el pañuelo de Li Chin.
      En las habitaciones de Sandra, nuestro protagonista está convencido de que el siniestro animal volverá a atacar.


COMENTARIOS:

             -Antes de pasar a formar parte de la corona española en el siglo XIX, las Chafarinas fueron tierra de nadie en la que los navegantes del Mediterráneo habían encontrado refugio desde tiempo inmemorial. De origen volcánico, sus tres islas conforman un archipiélago frente a las costas de Marruecos en el que la ausencia de agua potable ha hecho prácticamente imposible el establecimiento de poblaciones permanentes. Hoy día, sólo los militares destinados en las islas tienen acceso a ellas.

             -Numeración en interior de la contraportada, 360.