Fecha de publicación: 17 - V - 1980. |
Grof, el gorila negro soltado por Goluef, no tarda en encontrar el rastro del Guerrero del Antifaz, Li Chin y una de las mujeres del serrallo que se ha unido a ellos en su intento de fuga. Tras encerrarse en uno de los aposentos, el trío sale por una ventana y sigue una cornisa que recorre la pared exterior hasta una planta trepadora por la que ambas mujeres comienzan a descender.
El gorila tira abajo la puerta y hace frente al enmascarado en la peligrosa cornisa. Malherido por la espada del Guerrero, y antes de caer al vacío, el simio coge a nuestro héroe y lo arroja por los aires. Afortunadamente, el cristiano frena su caída agarrándose al tablón que antes usara para acceder al palacio de Goluef. Abajo en la calle, Li Chin y la muchacha del harén son sorprendidas por algunos centinelas. Viéndolas en peligro, su amigo del antifaz salta desde el tablón sobre el grupo de atacantes y se emplea a fondo con ellos.
Mientras tanto, Goluef, que ha salido del edificio, arenga a su agonizante gorila para que mate al Guerrero; pero el cuadrumano, enfurecido por el dolor que le provocan las heridas mortales que ha recibido, se revuelve contra él y le rompe las vértebras cervicales. Acto seguido, el animal se abalanza sobre la mujer del serrallo, a la que mata, antes de que el enmascarado remate con su acero a la enloquecida bestia.
Con Goluef y Argos fallecidos, los griegos no saben qué decisión tomar con respecto a los extranjeros. De momento, deciden ponerlos en libertad aunque les advierten que sólo podrán marcharse si lo autoriza Kaskoulus, el hermano del finado Goluef, quien pasará a hacerse cargo de la jefatura. Mientras un barco parte para informar al tal Kaskoulus de los últimos acontecimientos, el enmascarado, Li Chin y los recién liberados de su calabozo, Don Luis y Fernando, permanecen confinados tras las paredes del palacio; si bien, gozan de cierta libertad de movimiento dentro del edificio.
En España, las tropas capitaneadas por Ramiro obligan a las fuerzas de Romualdo a batirse en retirada. Ana María se aloja en casa de unos campesinos que la reciben alborozados aunque echan de menos la presencia del conde de Roca, al que necesitan en estos momentos de peligro. La condesa no sabe qué contestar respecto al paradero de su esposo e, incluso, alberga el temor de que haya podido haber muerto, pues tarda en producirse su regreso. No lejos de allí, las fuerzas enemigas se reagrupan y, enteradas del paradero de Ana María, se encaminan hacia la casa de los campesinos con la esperanza de hacerla prisionera.
Las cosas comienzan a complicarse todavía más; pues, aprovechando que el condado de Roca ha quedado desguarnecido de soldados, Romualdo lo invade y pone sitio al castillo con máquinas de guerra.
En el Mar Egeo, Kaskoulus, enterado de la suerte corrida por su hermano, zarpa hacia la isla donde gobernara este último, para tomar la jefatura y decidir el destino de los que él considera culpables de la muerte de Goluef. Al mismo tiempo que su nave se adentra en el desfiladero navegable, el Guerrero muestra a sus amigos una trampilla que, ha descubierto, comunica con las cloacas de la ciudad. Después de encender una antorcha, el cuarteto se interna en las insalubres galerías en busca de una posible salida al mar.
Al percatarse de su ausencia, los centinelas del palacio registran el edificio; pero, no encontrando pista alguna de ellos, intuyen que han podido fugarse por la trampilla que da a las cloacas. Rápidamente, un gran número de griegos y gorilas amaestrados irrumpe en los hediondos sumideros y montan guardia en lugares estratégicos. Los fugados no tardan en ser descubiertos por uno de los numerosos grupos que registran las galerías y han de recurrir a las armas para defenderse. Mientras, en las sucias aguas, las ratas aguardan.
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-Numeración en interior de la contraportada, 415.
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