Fecha de publicación: 7 - VII - 1979. |
Poulo no tiene ocasión de enfrentarse con el Guerrero del Antifaz, ya que, a consecuencia de la herida mortal que le infligiera la musulmana, se derrumba en el suelo y muere en brazos de Li Chin, no sin antes pedirles perdón a todos.
En el condado de Roca, Ramiro acusa al monje Cicuta de no representar a la verdadera Iglesia y le insta a marcharse o, de lo contrario, le arrojará al foso. Montando en cólera, el eclesiástico amenaza con quemarle vivo por blasfemo en ese mismo momento, pero Ana María interviene a favor del escudero asegurando que nadie le tocará un pelo. Cicuta les hace saber que cuenta con amigos inquisidores a los que puede recurrir si se oponen a él, y abandona el castillo con los hombres que le acompañan.
Sabedora de las terribles amistades del monje, Sarita ofrece refugio en sus posesiones a Ana María; pero la condesa prefiere esperar en su castillo la suerte que le tenga reservada el destino. Convencida de que no es culpable de ningún delito está dispuesta, ahora, a tener el hijo que espera. El fiel Ramiro se ofrece a protegerla contra todos, y Sarita ve con preocupación cómo la situación se va complicando por momentos.
En la isla mayor de las Chafarinas, a Li Chin y Sandra les cuesta cada vez más disimular su rivalidad y no paran de discutir por el Guerrero, que les pide que le ayuden a enterrar al malogrado Poulo.
En el poblado, los piratas, descontentos con la jefatura de Akarin, pretenden deponerle por la fuerza de las armas y elegir un nuevo líder. Desde un altozano nuestro héroe contempla cómo los isleños combaten entre sí sin adivinar los motivos. Li Chin y Sandra eligen ese momento para dirimir sus diferencias en un duelo a espada. Las dos mujeres se acometen con fiereza hasta que el hombre objeto de su enfrentamiento las sorprende y amonesta con severidad.
Akarin se impone finalmente a sus hombres y conserva la jefatura. Planea sellar un pacto con el cristiano, convencido de que éste puede influir para que los barcos españoles que merodean cerca de las islas las respeten y no lancen ataques contra ellas. Los piratas y su cabecilla se reúnen con el enmascarado y sus compañeras; y, aunque no tienen nada en contra de Li Chin, sí lo tienen contra Sandra, que al ser expulsada por los berberiscos se llevó en uno de sus barcos su tesoro. Están decididos a matarla, y Akarin no se ve capaz de contenerlos; mas el Guerrero no va a permitirlo en absoluto.
Li Chin ve llegada la hora de librarse de su rival y propone a los piratas que, en lugar de matarla, la hagan su esclava y se porten con ella "como hombres". Sandra no tiene intenciones de servir de diversión a esos hombres y echa a correr dejando claro que piensa darles trabajo si quieren cogerla. El enmascarado amenaza con matar a quien ose herirla, pero ella le pide que no intervenga, y Akarin y Li Chin restan importancia al asunto diciendo que Sandra tal vez encuentre al hombre de su vida entre el grupo que la persigue; sin embargo, nuestro héroe no se queda tranquilo.
Los piratas ceden una casa a sus nuevos aliados. Agotado, el Guerrero se acuesta para descansar. Tiene pensamientos para su esposa Ana María, pero Li Chin, tomando la iniciativa y quizás aprovechándose de la debilidad de su amigo, le despoja de la ropa y se introduce en la cama con él.
Preocupado por lo que pueda ocurrirle a Sandra, el cristiano abandona el lecho y recorre la isla en busca de la capitana otomana. Interroga a varios piratas, pero todos afirman ignorar dónde pueda estar la mujer. Por fin la halla muerta; destrozada tras defenderse como una leona. Con lágrimas en los ojos, le da sepultura y, lleno de rabia, se dispone a averiguar quién ha cometido ese crimen.
En ese preciso momento, un navío español, fuertemente armado, se acerca a las Chafarinas. En él viajan Don Luis y Fernando, los amigos del Guerrero.
COMENTARIOS:
-Desconcierta bastante la pasividad con la que nuestro protagonista se conduce en este episodio. Si bien es cierto que los piratas prometen no hacer daño a Sandra y sólo "jugar" con ella, y que la otomana le pide que no intervenga, el Guerrero del Antifaz de antaño jamás habría permitido que un grupo de peligrosos rufianes diese caza a una mujer que, en el mejor de los casos, podría acabar siendo violada y, en el peor, asesinada (como, de hecho, sucederá). Tal vez Gago pretendiera humanizar al personaje haciéndole cometer errores como el presente, pero termina provocando la frustración del lector, que no reconoce el comportamiento de su héroe.
-Como otras veces, la escena de cama resulta un tanto ambigua, de manera que no sabemos con certeza si el Guerrero ha hecho el amor con Li Chin o ha abandonado el lecho sin que haya sucedido nada entre ellos. Sigue habiendo una cierta timidez a la hora de presentar los episodios extraconyugales del enmascarado, quedando todo envuelto en un halo de ambigüedad que sanciona cualquiera de las dos interpretaciones que puedan hacerse del asunto.
-Numeración en interior de la contraportada, 370.
PERO, ¿HA HABIDO TEMA O NO? |
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