lunes, 4 de marzo de 2013

Núm. 9. LA JUGADA DEL IMPOSTOR

Fecha de publicación: 3-III-1979






      "Pero hace mucho tiempo que no estoy con ella...y ahora... Si tú pudieras ayudarme esta noche..." -El impostor a Sarita.





      Tras arrojar a "Máscara de Hierro" al mar y deshacerse de varios de sus samurais, el Guerrero del Antifaz se refugia en la sentina del barco junto a Li Chin con la esperanza de  que los dos bandos piratas rivales se aniquilen entre sí, cosa que termina ocurriendo. Sólo quedan con vida tres de los orientales, que buscan al enmascarado para matarle y vengar así a su capitán. Pero con la ayuda de Li Chin nuestro héroe acaba pronto con ellos y se apresta a subir a cubierta, donde descubre que el barco en que se encuentran es el único que permanece a flote.
      Dos días después, el falso Guerrero, acompañado de Don Luis y Fernando, llega al condado de Roca donde es recibido con júbilo por los súbditos del castillo; pero Ana María, que no reconoce a ninguno de los recién llegados, se siente atemorizada por la presencia del que se supone es su esposo y pide a Ramiro que no la deje a solas con él. El escudero, creyendo estar en presencia de su señor, no sabe cómo reaccionar y el impostor aprovecha su desconcierto para humillarle y obligarle a que se arrodille ante él. Todos los allegados del enmascarado están desconcertados por su extraña actitud, pero lo achacan al sufrimiento que ha padecido últimamente.
      Esa noche, el impostor quiere obligarr a Ana María a tener relaciones íntimas, pero ella se niega y huye despavorida de sus aposentos privados. Sarita, que es testigo accidental de lo que sucede, interviene y pide al "Guerrero" que sea paciente con la condesa, dado su estado mental. Él se justifica diciendo que hace mucho tiempo que no "está" con su esposa y tiene necesidad, e incluso va más allá y le pide a Sarita que pasen la noche juntos. Escandalizada, la joven se aleja y vuelve al lado de Don Luis y Fernando a los que asegura que el enmascarado está casi tan enfermo como la condesa.
      Al día siguiente, cada uno parte a sus lares dejando a Ramiro como único protector de Ana María. El impostor, que desconfía del escudero, prepara su anillo empozoñado en previsión de futuros problemas. Luego, sabiéndose dueño y señor de todo, acosa de nuevo a la amnésica condesa, que se encierra con Adolfito en sus habitaciones y se niega a abrir la puerta. Pero el suplantador consigue entrar  y tras patear al crío se abalanza sobre Ana María con intención de violentarla.
      Avisado por el niño,  Ramiro llega en el instante en que el impostor le arranca las ropas a su víctima,  y le recrimina por semejante comportamiento. El otro le ordena que se vaya, pero ante los ruegos de su señora, el fiel escudero se niega y se enzarza en una pelea cuerpo a cuerpo con el falso Guerrero, que se dispone a utilizar el aguijón envenenado de su anillo.


COMENTARIOS:

            -Como buen autor que es, Gago no teme abandonar momentáneamente al héroe principal del relato y centrarse en las vicisitudes de los demás personajes. El enmascarado sólo aparece en cinco de las dieciséis páginas de este cuaderno, cediendo el protagonismo a sus familiares y amigos y al impostor. Al conceder mayor presencia a este último, el lector tiene la extraña sensación de hallarse ante un reverso oscuro del héroe, a lo que ayuda el hecho de que su apariencia externa sea exactamente igual. Parece como si a Gago le divirtiera jugar con la idea de un Guerrero malvado, al que le permite cometer todo tipo de villanías.

             -Hay un desliz de guión en la escena en que Li Chin ayuda al Guerrero a acabar con los tres  samurais supervivientes de la matanza. Según ella misma dice, lo hace para vengarse por lo que le hicieron. Como vimos en el episodio anterior, fueron los hombres de Ben Jafiar los que la vejaron, no los de "Máscara de Hierro".

             -Numeración en interior de la contraportada, 352.  

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