lunes, 22 de enero de 2018

Núm. 63. EL MONSTRUO DEL MAR NEGRO

Fecha de publicación: 15 - III - 1980.


"-No puedo creer que [Li Chin] haya muerto...me aflige la idea de perderla."
                                      -Guerrero del Antifaz.


Cuando la gigantesca serpiente marina se lanza sobre el barco en el que el Guerrero del Antifaz y sus amigos regresan a España, nuestro héroe toma la iniciativa en la defensa y dispara al animal con un cañón que desmonta de la cureña y sujeta entre sus propios brazos. Una de las balas acierta de lleno en la boca del monstruo que, herido de muerte, destroza la nave y está a punto de llevarse con ella a su vencedor, sujetándole fuertemente con su enorme lengua retráctil. Pero el enmascarado cercena el órgano con su espada y queda libre.
     Durante el hundimiento del navío Don Luis acude al rescate de Soraya, que no sabe nadar. El peso de su armadura y el miedo de la sultana hacen que su situación sea bastante apurada. Por suerte, la pareja es salvada por el Guerrero y Fernando, los cuales se han encaramado a un trozo de mástil. Sin embargo, de Li Chin no hay el menor rastro y empiezan a temer que tal vez haya muerto. Lo que ha sucedido es que un cabo se ha enredado, a la vez, en un pie de la oriental y en el cuerpo de la serpiente de mar, que, en los estertores de la muerte, comienza a sumergirse, arrastrándola consigo. Pero antes de desaparecer en las aguas, la bestia da un fenomenal coletazo que deja suelto el cabo y hace que Li Chin salga despedida por los aires un buen trecho para caer cerca de sus amigos. Al ver que está medio inconsciente, el Guerrero se arroja rápidamente al mar y la salva de morir ahogada.
     Durante un día flotan a la deriva sin agua ni alimentos hasta que son recogidos por un barco de pesca otomano que faena por aquellos lares. El enmascarado relata a sus rescatadores la odisea que han vivido, pero estos no le creen, pues dudan de que pueda existir una sierpe marina de tales dimensiones. Ante la petición del cristiano de que les lleven a España a cambio de una recompensa, el que parece llevar la voz cantante entre los pescadores aduce que con su embarcación no podrían ir muy lejos y que lo único que pueden hacer es dejarles en la costa más próxima a cambio de una buena gratificación.
     Como sus salvadores no parecen de fiar, los náufragos hacen turnos de descanso para tenerlos vigilados en todo momento. Cuando son desembarcados, descubren que los pescadores les han llevado a una torre de vigilancia costera ocupada por soldados turcos con la esperanza de cobrar algún tipo de recompensa. Los soldados, sabedores de la identidad del enmascarado y sus acompañantes, salen dispuestos a apresarlos. Pero los cinco amigos -incluida Soraya, que no duda en empuñar una cimitarra y luchar junto a su amado Don Luis- se emplean a fondo con ellos y les obligan a buscar refugio en su propia torre.
     Debido al comportamiento traicionero de los pescadores, el Guerrero, que en un primer momento no ha querido apoderarse por la fuerza de su barca, tal como el conde de los Picos le aconsejaba, no siente ahora el menor remordimiento de hacerlo. Lanzando maldiciones los traidores observan cómo los cristianos y las dos mujeres se alejan mar adentro.
     Mas, en la torre, los soldados ya apuntan a los fugitivos con los cañones que hay en la parte superior de la misma.

COMENTARIOS:

               -La cureña es una armazón de madera compuesta de dos tablones fuertemente unidos y colocados sobre ruedas, sobre la cual se monta el cañón.
               -A Gago se le olvida que anteriormente hemos visto nadar sin problemas a Soraya (ver cuadernos núm. 30, Conjura de falsarios y núm. 60, Los bárbaros.)
               -Gazapo: En la viñeta 2 de la página 8, Gago sufre otro lapsus y dibuja a la sultana con el vestido que usa Li Chin, si bien, de color anaranjado y no verde.
               -Numeración en interior de la contraportada, 406.

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