martes, 2 de enero de 2018

Núm. 57. LAS AMAZONAS

Fecha de publicación: 2 - II - 1980.



     Ana María: -¡Estás loco! ¡Cuando vuelva mi esposo, te desafiará y dará muerte!
     Romualdo: -Él jamás sabrá la verdad de tu secuestro...Por la cuenta que te tendrá...¡es capaz de repudiarte!


El Guerrero del Antifaz no puede hacer nada por salvar a Sika de morir devorada por los tiburones que la rodean, pero da buena cuenta de ellos hiriéndolos con su cuchillo. Al ver que las aguas se tiñen de sangre, Li Chin abandona su refugio en la pared rocosa y se zambulle para atraer sobre sí la atención de los escualos y conseguir unos momentos de respiro para su compañero. Éste aprovecha la distracción que supone la muchacha para seguir desgarrando a los voraces asesinos del mar.
       Don Luis, Fernando, Naduska y Torik Kan buscan infructuosamente la salida de la torrentera subterránea pues la corriente parece no volver a emerger en ningún otro punto de la caverna. Viendo que ya es demasiado tarde para retroceder deciden continuar por aquellas galerías.
       En España, Romualdo de Acebedo no solo pretende que Ana María firme la cesión del condado de Torres a su favor, sino que, también, alberga hacia su prima algún fin más inconfesable. Su descaro y bellaquería despiertan la furia de la condesa, quien, pasando a la acción, le estampa una vasija en la cabeza. Bartolo, el dueño de la casa, la inmoviliza atándola a la cama, mientras su mujer atiende al conmocionado Romualdo. Una vez recuperado del golpe, el de Acebedo parte raudo hacia su castillo por si los allegados de su pariente se presentan allí buscando noticias sobre su desaparición.
     En su refugio, los bandidos curan la herida de Sarita con la nada noble intención de, una vez sanada, usarla para satisfacer sus deseos.
     Viendo que ni su señora ni ninguno de los que la acompañan vuelven del paseo a caballo, Ramiro sale en su busca y tiempo después encuentra el cadáver del capitán de la guardia. Al percatarse de que los excursionistas han sido atacados por algún enemigo, el escudero se dirige al castillo de Romualdo por si allí pudieran saber algo. El primo de Ana María ya ha llegado a la fortaleza y finge sorpresa cuando Ramiro le pregunta por la condesa; según afirma, él se separó del grupo cuando los demás decidieron regresar al castillo de Roca. Ramiro no se cree lo que le cuenta y su acalorada discusión con el de Acebedo provoca que el feroz perro que descansa a los pies de este último salte sobre él. El gigante coge al can por la cola y lo tira por una ventana; acto seguido se encara con los soldados armados del taimado noble. Romualdo comprende que se trata de un mal enemigo y, deteniendo a sus hombres, finge ofrecerle su ayuda para buscar a su prima.
     Entre tanto, el Guerrero ha acabado con casi todos los tiburones y los pocos que quedan con vida se entretienen comiéndose a sus congéneres heridos. Como Li Chin y él no pueden regresar por el salto de agua por donde cayeran a la laguna, ambos se sumergen y, siguiendo la corriente, nadan en busca de una salida que saben forzosamente ha de existir, como atestigua el agua salada de indudable procedencia marina. Con los pulmones a punto de estallarles encuentran, por fin, tal salida y van a parar a una bahía solitaria donde, acuciados por el hambre, comen asados un par de peces que el Guerrero ensarta con su espada.
     La frugal comida es interrumpida por varias mujeres guerreras, montadas a caballo, que, desoyendo los saludos en son de paz del enmascarado, se disponen a apresarle, ya que sus leyes no permiten la presencia de hombres en su territorio. La caballerosidad de nuestro héroe le impide emplearse a fondo con sus atacantes, pero la actitud belicosa de éstas comienza a impacientarle. Otro grupo de guerreras no tarda en unirse a las primeras e, interrogado por la capitana, el cristiano trata de apaciguar sus ánimos explicándole que Li Chin y él se encuentran en aquellos lares por accidente, después de haber peleado contra Tarkof y los hombres-lobo y haber huido. Tomándolos por aliados de los horribles seres de los que ellas también son enemigas, la mujer no se cree sus palabras y ordena a las suyas que den muerte a la pareja. Sin embargo, la habilidad en la lucha del Guerrero y el hecho de que no emplee las armas contra ellas deja admiradas a las agresoras. La actitud conciliadora de Li Chin también ayuda para que las amazonas cambien de opinión y respeten sus vidas.
     La capitana considera que un excelente luchador como es nuestro héroe podría entrenar adecuadamente a sus guerreras en las artes del combate y así se lo hace saber. El Guerrero no pone ninguna objeción siempre y cuando sus intenciones para con él y su compañera sean honestas; pero, una vez en su ciudad de las montañas, las amazonas alojan al enmascarado en una casa donde habrá de vivir aislado de las mujeres y se llevan con ellas a Li Chin, que responderá con su vida si él intenta escapar. Las intenciones de las guerreras no parecen excesivamente amistosas, pese a la buena disposición de la pareja extranjera.

COMENTARIOS:
               -Gazapo: El nombre de Tarkof vuelve a aparecer mal escrito. Esta vez es llamado Karkof.
               -Otras amazonas ya hicieron su aparición en la serie clásica: a las gobernadas por la supuesta reina Balkis (ver cuadernos 405 al 410) habríamos de sumar las llamadas "furias" de la etapa guionizada por Tortajada. (cuadernos 457 al 461)
               -Numeración en interior de la contraportada, 400 
     

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